lunes, 14 de marzo de 2011

Dixit

Asimilo un nuevo aprendizaje: Intentar –dentro de lo esencialmente posible en mí- lograr intuir que no todo lo que se dispara en la mente, el corazón y el cuerpo tienen que tener un correlato en palabras, en el minuto exacto en el cual sucede.
Y cuando hoy ocurre que me animo a ‘decir’, es porque hay otro dispuesto a escuchar, y porque me sé buena ‘escucha’ me considero con el derecho de abrir la boca, aún cuando la devolución que reciba no sea la esperada. Entonces, hacia la reciprocidad vamos. La busco o ella misma me encuentra.
Sucede también que aquellos seres ‘sin filtros’ o propensos a exteriorizarnos al extremo, carecemos de expectativas; lanzamos al éter lo que se siente o atraviesa y nos desentendemos del devenir. Permitimos que el aire haga con ellos lo que deba hacer. La instancia de la espera de alguna devolución sólo aparece cuando comenzamos a medirnos: cosa más que necesaria  a veces,  y de lo que ando aprendiendo día a día. Y el desafío es medir-se intuitivamente, y lograr la conjunción entre una la palabra precisa y la falta de expectativa. Fluir de palabras sin rumbo aparente.

Córdoba, 2011

 ¿Acaso se trata de volverse más mental, frío, calculador?... Más bien creo que se trata de alinear cabeza-corazón-espíritu: saber oler el contexto y actuar en consecuencia, sin adelantarse, pero sin retroceder tampoco. Esperar, percibir el momento oportuno para decir lo que aflora como urgente y ansioso.
Lo digo. Te digo. Te dije. Nos decimos y, en el mejor de los casos, sumamos.
Pareciera que la verborragia de pensamientos, de sensaciones, de intensidades, necesariamente debieran tener su correlato en el lenguaje… o al menos eso lo pienso más de una vez. Y lo importante no es lo que se dice sin filtro, sino identificar que nuestro interlocutor -comparta o no- está preparado para escuchar lo que tenemos al salir. (¿Cómo medir eso? Incógnita aún no resuelta. A veces sólo  una mirada ayuda a develar semejante misterio).
Todo dicho, hasta lo sobrante, lo que puede perjudicar, hasta lo que me expone.  Hasta lo que pudiera considerarse estar demás, lo que sobrepasa lo formalmente aceptado, lo que rebalsa el límite del llamado ‘respeto’. Así me defino hoy e intento modificar al menos un rasgo de semejante exposición. ‘Medirse con intuición’: por ahí reside mi aprendizaje hoy.

 

Prudencia no es cobardía. Medirse no es censurarse. Es no derrochar palabras cuando tenemos cierta certeza de que no serán absorbidas, es hablar cuando es necesario y sin miedo. No esperar a que luego el cuerpo somatice y decida hablarnos por causa de lo no dicho o procesado.  
Descubrir que un modo de masticar una lectura personal-subjetiva de algunos hechos es justamente internalizándola en primera instancia, y luego, si lo merece, compartirlo con quien corresponda: si aporta, le aporta, expande el vínculo sea cual sea (o lo cierra definitivamente si eso es lo que deseamos).
A veces, decir se infiltra como explosión que urge y pronunciamos hasta lo que debemos callar. La excitación, la bronca, la pasión, las emociones ahogan y no nos permite ver que no siempre la expulsión de palabras es amiga de la honestidad que aquel otro pretende recibir.

 

Considerar el cuidado de quien nos interesa como el límite de nuestros exabruptos o palabras sin filtro. Esperar el tiempo del otro como un acto de amor. Inocente y cuidado.
El que ya ha comenzado a conocer-se y expandir-se de manera consciente (aunque siento que ese largo camino no termina nunca), sabrá valorarse, y por ende, sabrá que cada persona que entra en su vida es igual de valiosa que el ser que se nos presenta frente a nosotros. La igualdad percibida es la mejor prueba de que somos espejo-reflejo.
Y,… ¿existe/dónde está el aparente margen de error?.... ¿Nos podemos equivocar, y creer que alguien es tan valioso como para que entre en nuestra vida, y aún así ‘pifiarle’? Supongo que equivocarse es el modo que elegimos a veces para expresar que las cosas no salen como esperamos: Tal vez  el error resida en no descubrir que hasta esa persona que no vemos a posteriori en sincronía, algo tenía que aportar a nuestra realidad.


Ramificaciones

¿Y si eso no sucede y el otro no entra en nuestra sintonía de diálogo y cuidado?... Habrá entonces que meditar que es lo que cada cual evalúa como primordial: si , 1) ‘lo decible’ es crucial; si, 2) es inútil al momento de la pronunciación; si, 3) afecta al vínculo que nos atraviesa;  si, 4) vale la dicha, o si, 5) esa palabra -sin efecto inmediato quizás- puede al menos desembrollar algún nudo (propio o ajeno) o unirnos cada vez más en la pluralidad de los diálogos posibles.
Empezar a hacer con el otro lo que tanto deseamos que hagan con nosotros. Cuidar-Valorar-Potenciar: Simple.
Y si de decir se trata, estar atento a las necesidades del otro, negociar, consensuar espacios de apertura, ayudar y dejarse ayudar. Dar lugar a lo implícito (lo ‘no-dicho’, pero seguramente dicho desde otros lenguajes: piel, gestos, complicidades, etcéteras). Querer y dejarse querer. Esperar si el otro no está preparado para escuchar nuestras palabras, por más bellas, duras o estimulantes que sean.
¿Acaso no resulta sumamente agradable cuando alguien nos cuida? ¿Porqué más de una vez dudamos de hacer lo mismo? ¿Porqué no dejar nuestro ego de lado, y resguardarse-resguardando al otro cuando no está aún preparado para escucharnos?
Hoy hablo de cuidar al otro hasta tanto haya masticado lo suficiente para poder digerir y percibir lo que me transmite o deseo transmitirle, y desde allí, accionar en ‘el decir’:  una confesión, una sugerencia, una visión que deseo compartir, un amor, una opinión, monosílabos,... una acción.






2 comentarios:

  1. Más claro, agua. Ha dicho, la señorita sin filtro.
    Folk es un ritmo musical o se refiere a otra cosa?
    Beso Debb!

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  2. Folk is like friend!
    (De ahí...That's all folks!! :)
    Abrazos amigo.

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