lunes, 7 de febrero de 2011

En Morfeo

Lo vió recostado a su lado y decidió salir a tomar aire. 
La habitación estaba viciada de silencio. 
Tenía ganas de hablar-le pero no encontró el modo. No se animó (ánima no entusiasmada; des-alentada….). Y lo vió a él también 'des-ganado', así que era altamente probable que su atención se dispersara, y hasta interpretara aquello que no era; confusión posible de lo que tenía para expresarle.
Se había dormido abrazándola. Segundos después, ella se quitó el abrazo lentamente, lo acomodó y lo arropó, para irse sigilosamente hacia afuera, sin perturbar su sueño. Quería aire, un largo rato de balcón; pensar aquella charla que tenía necesidad y ganas de compartir y sólo quedó en deseo que fue  irrumpido por un largo rato de sexo abismal.
La luna la acompañaba, testigo de ese cúmulo de sensaciones que andaba atravesando. Entendió que quizás no fue ni el día ni el momento (Qué se lo dió a entender... sentir que últimamente hasta cuando se acercaban estaban lejos. Atravesar acciones que no-accionan. Estar y no estar presentes. Estar y no estar el uno con-y-en-el otro).
 Luna en eclipse (Fotografía tomada desde el río, Nov. 2010)
Repasó cada detalle que mutó, cómo la piel reculó, cómo hasta algún tipo de conversación  no logró dar en su cause para que fluyera sincera –traspasar el límite, mezclar sus mutuas fronteras- para que el agua volviera a bajar clara y transparente. 
Repasó momentos (sub/incons-ciente-mente) censurados; palabras que ya no se nombraban (quizás porque simplemente no se sentían, quizás para que no se ‘malinterpretaran’….).
Antes -muy de vez en cuando- algún tipo de manifestación asomaba, en momentos de apertura, en los momentos en que fusionaban cuerpos, en otros que solo fusionaban sus almas, en momentos de complicidad ingenua-infantil, como quien bromea para no darle ningún tipo de realidad a lo que se-dice-o-nombra-o-acontece.
Se sentó desnuda entre el hueco que formaban dos macetas. Se mezclo entre sus hojas, y abrazó sus rodillas, conteniéndose. Se vió mimetizada en ese ínfimo espacio verde y natural que se había creado bajo la luna, y se rió irónica-mente de ella…. Escenario para ser compartido, pensó. Pero su compañero estaba distante: a dos habitaciones de lejanía, y a mil cuerpos de años luz. 
Decidió volver  a centrarse en ese segundo espacio de soledad que encontró en su casa, y eligió escucharse, mientras oía el resto de los silencios que la rodeaban. Hasta por momentos, logró escuchar su respiración y la de él.
No comprendía su armadura, ese territorio incierto que alguna vez había conocido de memoria. Paradójico: él dormía, en completa indefensión, expuesto a la mirada de la noche y la de ella…. y en la vigilia, tan acorazado. Se preguntaba una y otra vez si acaso los malos momentos recluyen a ciertos seres en una soledad donde no permiten exponerse o compartir lo que los aqueja por temor a no enchastrar en su mugre a quienes desean y tienen al lado…
Los hay silencios confortables, cómplices. Los hay  inseguros. Con él había experimentado la comodidad del lenguaje de las palabras, los gestos, y las simetrías…. pero por esos días los silencios eran incómodos, impostados, aburridos, inseguros, lejanos.
Sabía muy bien que la inseguridad la alejaría. Solía tomar distancia en aquellas situaciones donde la energía le era drenada; donde su consciencia no confluía en algún reducto donde pudiera re-posar tranquila. Y expandirse, ampliarse, potenciarse, complementarse.
La distancia de los cuerpos/almas alejaba sus mundos, hasta volverlos casi intangibles... 
Por esos días, le daban ganas de mandar ese vínculo a la mismísima mierda. (¿Falta de paciencia; de tolerancia? Quizás, por momentos sí… La intolerancia hace su entrada cuando el ego se siente incómodo y no recibe lo que cree merecer). Después, volvía a su foco, y se veía más clara, con ánimos de saber que era un espejismo, algo que -como toda construcción subjetiva-, estaba en ella decidir qué postura tomar, pero esta vez no desde el orgullo, sino desde lo que le hacía o no bien.  Aquello que le daba bienestar pleno, aún no atravesando lo placentero en continuo zigzageo.
Despues de un largo rato, decidió volver a su lado. Atravesó la casa, se recostó junto a él y continuó meditando-lo, abrazando-lo: como si esas dos acciones fueran lo mismo. Como si abarcarlo con amor pudiera lograr transmitirle desde la vibración de su cuerpo que ella apostaba una vez más a sentirlo cerca (como sabía que podían estarlo. Como sabía a ciencia cierta lo habían experimentado). Esa intuición certera de que los sentimientos podían traspasar la corporalidad; que en esos brazos y piernas entrelazadas podía fluir cierta energía latente –anestesiada- que por aquellos tiempos los invadía (tal vez solo a ella).
Como si el deseo de que Morfeo la ayudara a transmitirle todo aquello que en palabras o actos no se estaba compartiendo.
The Lovers, Egon Schiele
No quería enquistarse en un vínculo que se tornaba monótono, sin creatividad ni aventura. Quería sí seguir afectada a la unión de alguien que había elegido desde algún lugar, sin nombre; saberse co-creadora de circunstancias que iban allanando a medida que el tiempo pasaba.
No pretendía resoluciones, pretendía tan solo saber que ese cuerpo inmóvil que tenía al lado no había dejado de vibrar a la par. Con eso bastaba para seguir atravesando caminos, sean cuales fueran.
Pero el silencio la dejaba sin palabras. Sin sorpresas, sin expectativas; aquellas posibles de reformularse de a dos, en el camino de vislumbrarse en sintonía.
Empezó a dormitarse, mientras seguía mirándolo con ternura, recorriéndole la postura y cada una de sus facciones, acompañando el ritmo de su respiración pausada.
La cercanía de los cuerpos era real. La lejanía que percibía también. Caer en la cuenta que lo extrañaba hasta cuando estaba con ella le dió la certeza de que al despertarse, nada seguiría igual.
Sólo aquel espacio encontrado de madrugada, entre lo natural y su alma, lo salvaje y lo visceral, en algún momento le develaría con sabiduría aquello que debía ser/hacer; aquello que en conciencia y dueña de sí, iba a comenzar a transitar.



"(...) soy una mujer en el mundo,
que hizo todo lo que pudo,
no te olvides ni un segundo (...)"



No hay comentarios:

Publicar un comentario