"El más fuerte de los débiles es el que no olvida su debilidad",
Jodorowsky.
Qué cautela hay que tener cuando nos encontramos frente a alguien herido. Qué despacio nos tienen que abordar cuando somos nosotros los que estamos lastimados. Como aquel que se accidenta, y debemos tomar todas las precauciones necesarias para que nuestro acercamiento no resulte más perjudicial que el daño que se infringió.
Abordar a otro que aún en su estado de vulnerabilidad nos suma y enaltece, es encontrarse con su sombra al desnudo; aquella que no es necesario escarbar para conocer, sino intentar que nos dejen pasar a ese escenario donde el dolor por momentos desdibuja, otras intensifica y a veces confunde los deseos, los empasta, no ayuda a ver bien. Y cuando hacemos el intento poco cuidado de abordar esa experiencia del otro, es probable que en primera instancia se nos niegue lo que percibimos como certero.
“Estoy bien”, respondemos/responden; como si lo que se huele tras haber adiestrado la intuición y los niveles perceptivos fueran alucinaciones que tienen que ver con nuestras fantasías o proyecciones.
Es cierto que el dolor del otro nos resuena porque algo de nosotros nos moviliza y nos remite vaya a saber a qué situación; a dónde o a qué: una situación parecida, un dolor similar, algún momento análogo, mismas energías en baja frecuencia…
Aún así, lo que le pasa al otro desde mi mirada ES. Además de remitirme inevitablemente a una realidad propia, el otro me transmite una realidad que desde mi complejidad y siendo todos parte de lo múltiple y lo UNO, puede alinearse a lo que realmente sucede.
Hay que ponerse ‘finos’ a la hora de estar dispuestos a enfrentarnos con la sombra de los otros; hay que primero haber llegado al infierno de las nuestras para poder ver la oscuridad del otro sin espantarnos, pre-juzgar, ni juzgar.
Una preocupación, una situación traumática, una angustia, una situación que debemos solucionar, una decisión que espera resolución, un dolor que nos aqueja a veces cezga, limita nuestro campo de acción. No nos permite ver que hay gente que está dispuesta a ayudarnos, quizás tan solo con su nivel de escucha.
Allí el ego aparece nuevamente, intentando reafirmar su ficticio reinado, limitando el accionar que podría liberarnos, expandiéndonos junto a seres que sólo tienen la intención de acercarse desde el amor consciente, dando una palabra de alivio, de contención, de aliento; ampliando el espectro que se presenta limitado debido a la visión que se coarta frente a aquello que nos aqueja.
Resulta a veces más fácil elegir el camino que nos lleva a coartar nuestros deseos. Aparenta tener menos costo, menos riesgo. Pero sale muy caro a largo plazo no escuchar al corazón.
Hay que ser muy valiente para hacerse cargo de lo que realmente se desea. Pronunciarlo. Enunciarlo. Resolverlo. Poner el cuerpo, la acción, la conciencia y la palabra en aquello que late.
Deseos de ser escuchado, comprendido, amado, deseos de recibir amor en estado puro, sin prejuicio. Qué difícil reconocer algo tan sencillo y noble de asumir…
. “Necesito tu ayuda”,
. "Te quiero junto a mí a pesar de todo lo que me sucede",
. "Te quiero junto a mí a pesar de todo lo que me sucede",
. “Me gustaría que me escuches”,
. “Quiero que me acompañes”,
. “Abrazame fuerte, por favor”,
. “Deseo tu compañía”,
. “Necesito tu silencio para poder soportar el mío”…
¿Porque crecimos con esa idea de que pedir ayuda es molestar al otro; herirlo, lastimarlo?, ¿Por qué unirse e involucrarse y pedir apoyo pareciera que fuera visto como un acto egoísta de nuestra aparte?...
. “No te quiero preocupar”,
. “No quiero lastimarte,
. “No quiero que sufras por lo que me sucede”,
. “No quiero transmitirte mis problemas”…
¿¡Acaso compartir experiencias no es enriquecerse mutuamente?!, ¿¡Dónde reside el acto egoísta en esa instancia?!
Love Power (Delta, Abril, 2009) |
El ego siente que puede autoabastecerse, entonces decimos que ‘nos-la-podemos arreglar-solos’; que con eso que nos pasa, ‘podemos lidiar’ solitos.
No niego que ciertas circunstancias –y seguramente casi todas- requieren de introspección, y de algún modo cierta aislación para aquietarse; decantar. Lograr meditar nuestro posterior accionar frente a lo que se nos plantea como preocupante.
Se me cruzan imágenes, esas situaciones en las cuales ya nos enfrentamos al problema; estamos frente a frente con él, y sólo queremos quedarnos con eso, sin que nadie interfiera en nuestro campo exploratorio-meditativo.
Como si la mirada externa pudiera opacar lo que ya está opaco.
Paradoja...
Suele suceder que la mirada externa aporta un matiz enriquecedor, aún cuando no siempre dé en la tecla. Si no sentimos que aporta hoy, seguramente aportará mañana. Cautelosamente me atrevo a afirmar que ciertas veces el primer mecanismo de autodefensa que llevamos a cabo es la negación frente a quien apreciamos, como ‘recurso-coraza’/‘protección-ficticia-del-otro’; que sólo permite sostener nuestro personaje de ‘autosuficientes’. Y así, nos alejamos cada vez más de los posibles aportes que pueden llegar de quienes están alineados con uno [desde siempre], ampliar nuestra dimensión y volverla 'multi-dimensional'.
Suele suceder que la mirada externa aporta un matiz enriquecedor, aún cuando no siempre dé en la tecla. Si no sentimos que aporta hoy, seguramente aportará mañana. Cautelosamente me atrevo a afirmar que ciertas veces el primer mecanismo de autodefensa que llevamos a cabo es la negación frente a quien apreciamos, como ‘recurso-coraza’/‘protección-ficticia-del-otro’; que sólo permite sostener nuestro personaje de ‘autosuficientes’. Y así, nos alejamos cada vez más de los posibles aportes que pueden llegar de quienes están alineados con uno [desde siempre], ampliar nuestra dimensión y volverla 'multi-dimensional'.
Lo que no se habla en el momento preciso que transcurre la máxima intensidad, pierde euforia y capacidad de transmitirle al otro de la manera más genuina lo que nos está ocurriendo. No se trata siempre de compartir con otro desde el discurso ‘en llamas’, sino más bien desde el problema cuando alcanza su mayor profundidad. Cuando elegimos callar, jugar con el silencio como resolución de los problemas, nos perdemos el aporte del otro como potencial visión diversa y expandida. O bien, como simple y amorosa caricia hacia nuestro espíritu herido.
Tiempo de Gitanos (Emir Kusturica, 1988) |
Un ser entregado a la comprensión, puede saber lo que necesita el otro.
Está ATENTO.
SE DA CUENTA.
Un ser entregado a la comprensión sabe que ofrecer ayuda no siempre será obtener un relato de lo que sucede: podemos encontrarnos también con los deseos del otro de que sólo escuchemos su respiro; sólo eso. Acompañar su reflexión, saber que debemos dar nuestra visión de lo que acontece sí y sólo sí el otro está abierto a recibir una mirada distinta en ese preciso instante, intervenir cuando captamos la señal adecuada, aportar algo de nuestro universo al suyo que se vislumbra confuso.
De hecho, más de una vez la indiferencia de quien sufre es el disfraz que toma la negación para ignorar al otro que se ofrece en apertura: justamente a ese otro que decimos no querer involucrar en ese/nuestro pequeño universo que se presenta brumoso.
Está ATENTO.
SE DA CUENTA.
Un ser entregado a la comprensión sabe que ofrecer ayuda no siempre será obtener un relato de lo que sucede: podemos encontrarnos también con los deseos del otro de que sólo escuchemos su respiro; sólo eso. Acompañar su reflexión, saber que debemos dar nuestra visión de lo que acontece sí y sólo sí el otro está abierto a recibir una mirada distinta en ese preciso instante, intervenir cuando captamos la señal adecuada, aportar algo de nuestro universo al suyo que se vislumbra confuso.
De hecho, más de una vez la indiferencia de quien sufre es el disfraz que toma la negación para ignorar al otro que se ofrece en apertura: justamente a ese otro que decimos no querer involucrar en ese/nuestro pequeño universo que se presenta brumoso.
Des-cubro que cuando algo hace ruido, molesta, perturba, NO podemos –o en el mejor de los casos, nos cuesta- sostenerle al otro la mirada. Como quien se evade y no quiere mostrarse porque los ojos hablan; puede de-velar que algo en el alma se encuentra un tanto en-negrecida. Se baja la mirada por momentos, el dolor perturba y sostenerla quizás nos haga romper en llanto, en ira; tal vez paralizarnos; entonces evadimos cualquier intercambio que resulte espejo, no queremos hablarlo ni si quiera corporalmente. (Y de nuevo, lograr respetar los tiempos de cada cual…).
Pero… cuando ese momento se atraviesa (pasa), y la preocupación se extiende y alarga; ¿Porqué no siempre elegimos utilizar los recursos a la mano, tomar ‘hasta el codo’ de quien se entrega a corazón abierto?, ¿Por qué elegimos encerrarnos en nosotros mismos creyendo que no siempre alguien estará dispuesto a comprendernos?
A veces nos juzgamos demasiado (no nos amamos lo suficiente, no nos creemos merecedores de…), nos castigamos por demás.
Nos adelantamos, y al subestimar –restarle valor a- lo que nos sucede, subestimamos también al otro en su capacidad de comprensión/de comprendernos. Creemos que el otro (aquel que nos ofrece su compañía desinteresada) no podrá entender lo que nos mortifica.
. ¿Acaso no es un modo de subestimar a un par que está alineado?,
. ¿Acaso no es un modo de subestimarnos creer que el otro no podrá interpretar lo que tenemos para compartir?,
. ¿Acaso ‘NO exteriorizarlo no es el mejor modo de negar lo que nos pasa; eligir finalmente que se enquiste lo que nos perturba, decir que se resolvió lo irresuelto?
Lo que no fluye, se encalla.
Hablo desde mi necesidad de mayor aprendizaje; hablo desde la necesidad de que en ciertas situaciones el otro perciba que estoy completamente dispuesta a escuchar lo que le acontece. Tengo la fea costumbre de interrumpir los relatos, -por una sencilla, ansiosa e injustificable necesidad expeditiva-; querer conocer al máximo los detalles de lo que me relatan para intentar dar mi punta de ‘vista’, del modo más enriquecedor posible.
"(...) Nos vió dudar la luna nueva,
quemando miedos
en las cenizas.
Nos vio girar como planetas,
tu pena, lejos, junto a la mía (...)" (La huella de tu mirada, Drexler) |
Aportar desde mí no es dar una visión objetiva (¿Acaso eso existe?): no estoy preparada para afirmar que desde afuera se ve mejor: comparto más la intuición de que podemos aportar desde nuestra propia mirada. Estemos donde estemos ubicados. Sumar a la mirada del otro sin desterrar lo que siente y atraviesa.
‘Ponerse en el lugar del otro’ me resulta un acto titánico, cuasi imposible. Cada uno ocupa su metro cuadrado y desde allí construye mundo. Apuesto más a que el intercambio con un par sume desde la multiplicidad, y no desde el famoso ‘que haría yo si estuviera en tu lugar’. Eso me resulta ficticio por demás. Nadie puede ponerse en la piel del otro, nadie está en su cuerpo ni en sus tripas para saber el dolor o el conflicto que lo embarga. Más bien creo que la riqueza consiste en aportar desde nuestra individualidad y sumar a la totalidad que constituimos con el otro. Desde ahí percibo que se genera el enriquecimiento.
~Ich und Der anderer Bösewicht~ ~Acrílico en Bastidor/Acrylic on Canvas. 90 x 60 cm./35 x 23 In.2011~ Hernan Battiato (www.hernanbattiato.com) |
¿Acaso la visión que le compartimos puede resultar útil en todo momento? No lo sé. Quizás no aporte más que la posibilidad concreta de que el otro analice y re-vea lo propio, reafirmándolo como lo única resolución válida a su preocupación, o bien la certera posibilidad de darle una concreta vuelta de tuerca. Cambiar el rumbo, probar otra instancia resolutiva; quién sabe...
Las sombras pueden desdibujar los deseos o exaltarlos, intensificarlos u ocultarlos.
El foco se enfrenta a la oscuridad, ésta re-ubica los deseos y por momentos estos se opacan frente a tanta negrura.
Saber descifrar-nos. No mentirnos. Saber que allí están nuestras sombras para decirnos algo. Crear-nos el hábito de estar ‘despiertos’ para saber mirarlas de frente y escuchar lo que quieren escondernos y tienen para susurrarnos. Y una vez que nos atrevemos a escuchar, es momento de intercambiar con aquellos seres que pueden aportarnos una palabra, un silencio, un abrazo, una mirada sostenida, una versión nueva de lo que nos atraviesa la piel e incomoda el espíritu (siempre y cuando el orgullo no nos nuble y nos juegue una mala pasada, interrumpiendo esta posible sinergia que se nos hace presente).
[¿Sabés que INTUYO tu preocupación?, ¿Sabés que estamos tan en sincronía que no es necesario que nos veamos ni que nos hablemos para que tu frecuencia vibracional llegue a mí y me haga saber que no estás bien, que algo te aqueja, que conmigo "no es la cosa", que algo te preocupa por demás y desde ahí nace tu distancia que pretende preservarme? ¿SABÉS QUE ESTOY y que no me asusta lo que te aqueja y tengas para contarme y compartir? ¿Sabés que es lo que realmente no vale la pena?... Elegir la distancia, evadir el deseo de sentirse acompañado y contenido].
Y acá estoy, ser querido queriendo ser. Dispuesta a escuchar lo que te aqueja, con la curiosidad del genuino interés. Desde el amor consciente, no hay pre-juicio ni planteos posibles. Si [mi] la elección es la entrega, la devolución que obtengamos –sea cual sea- no nos frena ni altera. No se tiñe de pre-conceptos aquella escucha que pregonamos estar dispuestos a brindar.
Por lo pronto, toma mi mano y llega hasta mi codo.
Soy toda silencios, piel, palabras y oídos.
"(...) No hay dolor que duela más que el dolor del alma,
no se aleja así nomás,
cosas lo hacen aliviar,
pero no lo calman a quién querés engañar?
y así son las cosas, así es esta vida,
no me quiero conformar (...)"
no se aleja así nomás,
cosas lo hacen aliviar,
pero no lo calman a quién querés engañar?
y así son las cosas, así es esta vida,
no me quiero conformar (...)"
No hay comentarios:
Publicar un comentario